martes, 13 de diciembre de 2011

Ritmo de Carrera (Carreras de Montaña 1ra parte)

Carreras de Montaña



Cuestión de ritmo.

Mucho se habla de las cargas de los entrenamientos, de la motivación, de los protocolos de avituallamiento, de los cuidados del corredor (masajes, ayudas ergogénicas), del material específico y de un sinfín de cosas más. Entre tanta variable posiblemente nos hayamos dejado por mencionar uno de los campos más decisivos e importantes del corredor de montaña: El ritmo de carrera.



El ritmo es una de las variables que por mucho que el corredor entrene y por mucho que este se cuide, suele decidir su situación y por tanto su rendimiento. Tener noción control y consciencia sobre el ritmo, es una de las cuentas pendientes de una gran porción de la comunidad de corredores de montaña, especialmente los principiantes o menos experimentados, aunque siempre hay casos de corredores, que llevan muchos años corriendo y que todavía no reconocen sus limitaciones capacidades o recursos.
En lo concerniente al ritmo, sería por tanto conveniente comentar las diferentes etapas por las que, por norma, pasa un corredor de montaña.



FASE I: Desestabilización del ritmo provocado por la salida
Abarcaría desde el momento de la salida y durante los primeros minutos de la misma (10-15 min), o bien durante los 2-3 km de la prueba (cifras aproximadas según la longitud y duración de la carrera). Normalmente, en el caso de competir con pulsómetro, nos vamos a pasar de largo del rango de pulsaciones medias a las cuales teníamos pensado competir. Si corremos por sensaciones, nos daremos cuenta pasado un tiempo que esa intensidad es insostenible y que no seremos capaces de mantenerla hasta el final de la carrera.
Pensemos, que en esta etapa inicial de carrera, la percepción subjetiva de esfuerzo suele ser algo engañosa, pues lo más probable es que el corredor se deje llevar por ese “Sentirse Poderoso” , y es que sus baterías energéticas y motivacionales están a rebosar. Esta situación que comentamos, suele ser normal y debemos valorarla como tal: la salida de una carrera por montaña es casi siempre más rápida que el ritmo medio al que se pretende competir.



FASE II: Estabilización del ritmo de carrera.
Tras el estrés de la salida y transcurridos unos cuantos kilómetros, suele haber una desaceleración del ritmo de carrera. En esta etapa, lo más normal es que el corredor ya haya conseguido hacer suyo el ritmo que más le conviene. En esta fase el competidor percibirá el esfuerzo de forma bastante objetiva, llevando al equilibrio todo su potencial. Como hemos comentado anteriormente, lo más razonable sería que el corredor intentara conseguir llegar hasta esta fase lo antes posible (ritmo medio de carrera al que tenía pensado competir), en la cual el ritmo es sostenible y realista. Para todavía ser más óptimos y no entrar en riesgos de mala gestión del ritmo, podríamos decir que el tiempo el tiempo empleado para llegar a esta fase debería ser inversamente proporcional a la distancia de la carrera (a carrera más larga menor el tiempo en ponernos a nuestro ritmo sostenible).
Esta circunstancia no es para nada fácil, ya que el mero hecho de competir, hace que muchos participantes se dejen llevar por el ritmo de carrera de los demás.
En esta segunda etapa, el atleta que corra con la ayuda del pulsómetro, se dará cuenta muy  pronto que, tal  como decíamos no podrá seguir toda la carrera con las pulsaciones a las que corría la fase I. Dependiendo de las posibilidades de cada uno, no se descarta que, a medida que van transcurriendo la prueba, puedan darse circunstancias de las que el corredor es consciente, por ejemplo los posibles cambios de ritmo generados por la situación de carrera. Estos se suelen dar más en las posiciones delanteras y podría modificar la estabilidad de esta segunda fase.



FASE III: Desestabilización del ritmo generada por la fatiga.
En esta etapa el corredor ya está quemando sus últimos recursos, tanto fisiológicos como mentales, y se suele producir un “Bajón” en el ritmo medio de carrera. Esta reducción del ritmo es generada por la fatiga muscular acumulada, el déficit metabólico y la pérdida desmesurada de líquido (algún grado de deshidratación, sobre todo en situaciones de calor). Además todos los fenómenos anteriores generan que el cuerpo del atleta deje de tener energía para pensar con claridad, además de distorsionar un poco en su psicomotricidad.
Si hablamos de pulsaciones, estas tendrán a subir y serán totalmente discordantes con la disminución del ritmo. Todo ello debido a que el corazón tendrá que bombear más sangre a todo el cuerpo para compensar el desgaste generalizado al que lo hemos sometido. En muchas ocasiones la disminución del ritmo de carrera en esta última fase, suele ser directamente proporcional al grado de aceleración que hemos imprimido en la primera fase. Es decir, si hemos pecado tanto en el ritmo de salida como a la hora de intentar mantener este en el tiempo, es muy probable que la desaceleración del ritmo medio de carrera en la última fase de la prueba sea más notable. Y es  que el cuerpo es sabio, y al final, en la mayoría de los casos siempre suele compensar, buscando constantemente el equilibrio: “Si antes te ha pasado y ha ido derrochando energía, ahora habrá que mantener al tipo sufriendo”

Revista Sport Trainning.
España. Edición Febrero 2011

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