martes, 22 de mayo de 2012

Competencia Deportiva. Análisis.

El deseo de competir es una tendencia generalizada del ser humano. Algunos consideran que esta tendencia es innata y surge del llamado “instinto de conservación” para independizarse luego de este. Sin embargo, los estudios antropológicos parecen indicar que esa tendencia esta condicionada por factores socioculturales.

La tendencia competitiva involucra el deseo de imponerse a los demás, de triunfar, de destacarse, de demostrar la propia superioridad.
Indudablemente, la competencia constituye uno de los ingredientes fundamentales del deporte y es el medio utilizado por el deportista para expresar y poner en acto sus tendencias.
La competencia deportiva tiene las siguientes características:


  1. Es una típicamente emocional.
  2. La idea de competencia lleva implícita la idea de ganar. Resulta obvio destacar que el deportista compite para ganar. El hecho de que no siempre lo logre, así como su eventual actitud frente a la derrota son problemas conexos con aquél y no invalidan la primera afirmación. El deportista busca triunfar y lograr el máximo rendimiento. En el deporte de alto nivel competitivo hay un esfuerzo para acercarse a los limites de las posibilidades individuales a través de una rigurosa preparación física, técnica y psicológica. El competidor lucha para superar a un rival, una marca, un obstáculo, y para vencerse a sí mismo, para autosuperarse.
  3. La competencia deportiva constituye una situación artificial y simbólica. Esta sometida a reglas, que la encauzan y tratan de privarla de sus eventuales efectos nocivos, poniendo un freno a la violencia.
  4. d. Decíamos que el deportista compite para ganar. Pero cabe preguntarse: “ganar para qué?” Puede ser por el placer de la victoria en si, para demostrar su valor ante sí mismo y, yendo más lejos, ante los demás. En algunos casos hay un motivo extrínseco: conseguir a través del éxito deportivo, alguna ventaja directa o indirecta. Esto lo vimos al estudiar las motivaciones del deportista.



No crea que la competencia deportiva es diferente a la competencia en diferentes órdenes de la vida. En este ultimo caso hay también convenciones: en política, diplomacia o negocios, se habla a menudo de “las reglas del juego” ; aunque el fin no es la competencia en sí – ya que se persigue un objetivo extrínseco – sucede a veces también que se busca ganar por el sólo hecho de ganar.
Completando todo lo que hemos dicho acerca de las motivaciones del deportista, vamos a referirnos a las motivaciones inconscientes de la conducta competitiva. El papel de este tipo de motivaciones ha sido destacado por numerosos psicólogos, para quienes la competencia constituye un mecanismo de defensa manifestado a través de dos funciones: descarga de agresividad (catarsis) y compensación. Así, según Antonielli, “la situación deportiva tiene para el sujeto un significado catártico, porque lo libera de su carga agresiva, la cual desahogándose en un sano agonismo, pierde todos sus elementos de peligrosidad y asocialidad; tiene también un significado compensador, porque brinda al deportista las satisfacciones que necesita su economia psíquica y que muy a menudo resultan frustradas en su vida cotidiana; la competencia se configura así como un mecanismo de defensa”.
Esta interpretación esta de acuerdo con la teoría de Cannon sobre el establecimiento del equilibrio. Ante un exceso de agresividad, que amenaza el equilibrio psíquico del sujeto, éste buscaría inconscientemente eliminar ese exceso; ante una frustracion en la vida cotidiana, buscaría una compensación en el éxito deportivo. Una motivación inconsciente, en forma de busca de compensación y catarsis, llevaría pues al sujeto al deporte.



Para verificar esta hipótesis se han llevado a cabo numerosas investigaciones y experiencias, pero los resultados de estas son contradictorios.
Debemos señalar, antes de proseguir con este aspecto, la diferencia de lo que se llama habitualmente “empuje” y la agresividad. El “empuje” implica tenacidad, deseo vehemente de triunfar, entusiasmo, realización del máximo esfuerzo, etc. la agresividad, en cambio, es en cierto modo una fuerza destructora; involucra violencia y parece salir de las capas más profundas de la personalidad; busca la destrucción violenta y sin consideraciones, de los obstáculos que se oponen a los designios del sujeto. El individuo agresivo es siempre un sujeto débil o que tiene un profundo conflicto en su personalidad; su agresividad es una hipercompensacion para su debilidad o miedo.
Entre las experiencias cuyos resultados parecerían confirmar la tesis de Antonelli podemos citar las dos siguientes:

El psiquiatra Menninger afirma que, de acuerdo con sus experiencias, los juegos competitivos son un valioso coadyuvante en la terapia de los enfermos mentales. Stone, trabajando con un equipo de rugby, encontró que el nivel de agresividad disminuía al final de la temporada de partidos.

La tesis contraria afirma que la competencia, en lugar de la agresividad, puede provocarla, llevándola incluso hasta limites extremos. Se toma como ejemplo, entre otros, el caso de las agresiones violentas contra los adversarios o los árbitros. Se arguye que hay fenómenos de alienación que prueban que la actividad deportiva no puede interpretarse siempre como manifestación catártica, liberadora de impulsos antisociales, agregándose que la competencia, por sí, conduce a la hostilidad. Husman, trabajando con un grupo de boxeadores, estudio el nivel de agresividad mediante el Test de Apercepcion Temática, y comprobó que el mismo era mayor después del combate.

Así pues, tal como dijimos antes, los resultados de las experiencias son contradictorios. Debemos admitir, entonces, la existencia de diferentes tipos de reacción en los deportistas. Algunos ven en el adversario un obstáculo donde descargan su agresividad; son sujetos con deterioro del comportamiento, que centran la actividad en si mismos, manifestando síntomas de narcisismo. Otros ven al rival como un colaborador en la búsqueda de la excelencia; su actividad deportiva esta centrada socialmente.



Hay que señalar también las diferencias según el tipo de deporte, considerando en primer lugar si se trata de deportes individuales o por equipos y, en segundo lugar, la naturaleza propia de cada especialidad deportiva. De cualquier modo, es evidente que cierta dosis de agresividad constituye un componente de la competencia, ya sea que ésta sea el factor productor o la oportunidad para su descarga. Debemos puntualizar también el hecho de que algunos entrenadores fomentan en sus jugadores la agresividad y la hostilidad hacia los adversarios, como un factor más del éxito de la competencia.
Repetimos que la competencia deportiva es una situación típicamente emocional y, como tal, pone de manifiesto las tendencias propias de cada sujeto. A esta expresión individual de tendencias debe agregarse la influencia extraordinaria de los factores sociales, representados por las influencias que actúan en la situación deportiva y que pueden llegar a provocar una exacerbación de tendencias agresivas.
Todo estimulo adicional es generador de una cadena de reacciones subjetivas cuyo destino puede tener dos direcciones: como factor de progreso o como causa de mayor acumulación de tensión emotiva y, por lo tanto, de regresión. Estos dos tipos de reacción dependen de la organización psíquica del sujeto y de las condiciones sociales.

Gracias por leer. Mantenganse motivados!

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